Índice

jueves, 1 de diciembre de 2011

Vampiro: Prologo (Parte 1)


-Eh Drake… ¿Te encuentras bien?- Una chica me habla con una voz tan dulce como la miel, me siento arropado por ella, como si fuera la melodía más maravillosa del mundo.

Estoy sentado frente a ella, en un cómodo colchón del hotel donde me hospedo esta noche. Mis pies descalzos tocan una alfombra de pelo que hay en el suelo mientras ella esta acuclillada frente a mí sin dejar de mirarme. Es una chica muy guapa: pelo largo y negro, bastante ondulado, tan oscuro como una noche sin luna pero tan hermoso como el cielo estrellado, aunque puede que solo sea que en mi condición la esté exagerando. Su sonrisa, envuelta por el rojo intenso de sus gruesos labios, me transmite una sensación indescriptible, algo que nunca había sentido, es completamente nuevo, y sus ojos marrones acompañan aquella sonrisa, completando la composición perfecta de su rostro. Se acerca más a mí, rozando mis piernas con sus costados mientras su boca se acerca peligrosamente, posee un cuerpo magnifico, sin un solo matiz que reprochar, muchas curvas con la que podrías perderte en cada una de ellas. Desde sus anchas caderas, pasando por un vientre plano y terminando por unos pechos que en este momento se encontraban llenando un corsé, parecen suplicar que los liberen.

 Cada vez está más cerca de mí, tanto que puedo notar su respiración junto a la mía. Mi nariz esquiva la suya sin poder impedir un ligero roce, a esta distancia era imposible que no se tocara.

En ese momento pierdo el conocimiento. Todo está oscuro… 

¡Qué coño está pasando!

Despierto al cabo de unas horas, o unos segundos, no tengo muy claro que ha pasado, y lo primero que veo…es el cuerpo cubierto de sangre de aquella joven frente a mí, tumbada en la cama como si estuviera dormida con los ojos abiertos y perdidos en el horizonte. Me levanto sobresaltado y acerco la mano derecha a mi rostro en una expresión de terror… mis labios manchados de sangre… dios…

            ¿Qué he hecho?

Prólogo

Me levanté sobresaltado, apartando con fuerza la cubierta de mi ataúd, haciendo que golpeara contra el suelo. Otra vez ese maldito sueño. Me froté la frente para limpiarme, un reflejo de aquellos años en los que mis glándulas sudoríparas estaban activas. Había perdido la cuenta ya de la cantidad de veces que volvía a recrear esa noche durante mi letargo. No sabía por qué me incomodaba tanto la muerte de aquella chica, no había sido la primera ni la última que acabaría siendo una parte importante de mi alimentación. Algo que me molestaba era que nunca me dijo su nombre, supongo que pensaba decírmelo más tarde, pero murió sin poder hacerlo. Solo me pudo decir cómo podía llamarla:”Soy tu Anochecer”, esas fueron sus palabras y así es como la llamo desde entonces, Anochecer. Solo puedo anhelar tenerla durante la noche y sueño con su pérdida cada día. Lo más preocupante de aquello es que era incapaz de recordar que ocurrió desde que perdí el conocimiento, nunca me había pasado algo así. Sin embargo siempre había escuchado de otros vampiros a los que les pasaba algo que encajaba con eso, cuando al deseo se le aplica una pizca de apetito muchos pierden el control, entran en frenesí, y acaban matando a alguien pese a que en un principio no fuera su intención inicial. 

Pero, pasara lo que pasara, ella era una mortal como cualquier otra. ¿Por qué me molestaba tanto haberla matado?

Cielos, disculpad mi falta de educación, mi nombre es Drake Menrray y tengo unos trescientos años aproximadamente. Si, si, aunque no lo parezca tengo esa edad pese a que a simple vista nadie diría que supero los veinte. Supongo que os habréis dado cuenta, por todo lo que habéis escuchado antes, pero por si hay alguien poco atento soy uno de los denominados malditos, muertos vivientes, no vivos o, como se  nos conoce más comúnmente entre la sociedad de mortales, un vampiro. Para los mortales los vampiros somos solo un mito, una mera leyenda urbana creada para asustar a los niños y para tener un par de películas entretenidas, algunas de ellas bastante denigrantes. Pero eso se debe a las leyes vampíricas que nos obligan a mantener en secreto nuestra identidad con un fin muy simple: las presas son cazadas con más facilidad si no saben que las acechan. Pero la realidad es muy distinta, una gran cantidad de la gente que veis por la noche, paseando como si nada o “tomando algo” en un bar, son parte de nuestra comunidad. Aunque todo es bastante más complicado que eso, se trata de una sociedad muy compleja para una raza que también lo es. Solo hay una cosa que es fácil de entender, el príncipe de cada ciudad es la máxima autoridad, enfrentarse a él es la muerte. Pero ya iré explicando todo lo demás, tenemos mucho tiempo.

Supongo que os gustará saber cómo hemos llegado a este punto de mi vida, o de mi muerte. Mi memoria puede estar algo borrosa, pero una vida como la mía no se olvida fácilmente… una muerte así tampoco.

Nací en un pueblo cerca de Londres, como ya dije hace aproximadamente trescientos años. Pese a la cercanía que tenía con la ciudad el comportamiento de sus habitantes era muy diferente del que cabría esperarse de un típico caballero inglés. Tenía apenas mil habitantes y todos los días llegaba a mi habitación un olor a estiércol que lo impregnaba todo, a fin de cuentas la forma de vida que se llevaba a cabo se basaba en la cría de animales, o eso creo, no tuve nunca la posibilidad de explorarlo. De hecho podría contar con una sola mano las veces que puse un pié en sus calles, así que lo siento si mis descripciones al respecto son escasas. Pero algo si puedo confirmar, era un lugar oscuro que estaba atestado de ladrones y prostitutas. Rara era la semana que no moría alguien en las calles por algún asesinato o por alguna extraña enfermedad que en aquel entonces era desconocida.

Casi no pude conocer a mi madre, murió cuando yo tenía dos años, aunque nunca se determino la causa de su fallecimiento. Lo único que puedo recordar de ella es su sonrisa, tan dulce y cariñosa… y su voz, solía cantarme una nana distinta cada vez que llegaba la hora de que me durmiera. 

Desde aquel día quedamos solos mi padre y yo en aquella casa enorme, posiblemente la más grande del pueblo… y sin embargo yo la recuerdo tan pequeña… Mi padre, un hombre fuerte y grande con una gran cantidad de pelo que parecía cubrirle todo el cuerpo a excepción de la cabeza, era el juez del pueblo, todos le tomaban por un hombre respetable que siempre cumplía su deber y se merecía todos los honores posibles junto a la bendición de Dios. No obstante yo no sabría qué decir al respecto, cuando estaba en la calle mostraba su mejor cara y ayudaba a todo el mundo en lo que podía, al llegar a casa se desahogaba. Demostraba ser tan horrible y corrupto como el pueblo en el que decía que se encargaba de que hubiera justicia. Sufrí los maltratos de mi padre desde que mi madre murió, día tras día, cuando llegaba a casa buscaba alguna escusa, si es que el día o el alcohol no se la habían proporcionado ya, y comenzaba a golpearme como si fuera un muñeco. Algunas veces solo eran tortazos, pero en otras podían ser todo tipo de golpes, tenía suerte de seguir con vida aunque fuera lleno de heridas. 

Quizá si solo hubiera sido eso no habría sido tan grave, pero no se quedaba solo ahí, debía asegurarse de que nadie supiera que era lo que ocurría en aquella casa. Después de recibir cada una de sus palizas insistía en decirme que no debía salir de casa bajo ningún concepto que tenía un demonio dentro y si salía se comería mi alma. Je, es una pena que no pueda verme ahora, se llevaría una grata sorpresa al ver que tenía razón, más o menos. Nunca pude ir a la escuela, ni tener amigos…ni salir de casa, a duras penas me permitía mirar por las ventanas, siempre que no me viera nadie. La gente ya daba por hecho que el pobre Drake murió con solo dos años junto a su madre. Pasé todos y cada uno de mis días, hasta que cumplí dieciocho años, encerrado en ese lugar, trabajando para él haciendo las labores de la casa, y a nadie le importaba, nadie sabía de mi existencia y si traía visita me encerraba en un sótano para que nadie me viera. No quería mostrar su enajenación en público. Una vez un hombre aseguró haber escuchado ruidos abajo y quiso ir a investigar para ver si había entrado algún ladronzuelo. No alcanzó a ver mucho, solo una sombra a través de la cerradura, nada importante, pero aquello fue suficiente, me enteré de que un par de días después mi padre le había condenado a cadena perpetua por un supuesto asesinato.

Pero el tiempo fue pasando, no entiendo cómo, pero conseguía reunir fuerzas para seguir viviendo cada día, no podría retenerme siempre y no pensaba darle la satisfacción de rendirme. 

Una tarde de invierno, con el frío y la nieve envolviendo la casa, fue el momento en que el destino decidió que todo cambiara en mi vida. Mi padre tenía visita, pero no pudo encerrarme en el sótano, aquel día le iba a enseñar esa zona a un viejo amigo suyo para que revisara las calderas de la calefacción y de paso beber un poco de la bodega que había ahí abajo, evidentemente la mantenía cerrada para que no estuviera a mi alcance. En aquella situación me encerró en el ático, era un sitio oscuro lleno de trastos, algunos de ellos inútiles, otros habían pertenecido a algún delincuente ya ajusticiado, pero era bastante mejor que el sótano, que estaba vacío y carecía de entretenimiento. Aproveché la ocasión y me dediqué a observar todo cuanto había a mi alcance. Al principio no me parecía nada interesante, solo recuerdo algunas armas oxidadas y sucias acompañadas por unos libros amontonados.  Pese a mi escasa educación, solo sabía lo que había aprendido por mi cuenta, aquellos libros me resultaron bastante interesantes y los ojeé con placer durante un largo tiempo, sabía que esta visita iría para largo, si es que no me tocaba dormir ahí. 

Pero mi mayor sorpresa fue encontrar una serie de archivos de criminales que había almacenado mi padre, acompañados de todos los detalles y pruebas relacionadas con los crímenes. En aquel lugar encontré ocultas una gran cantidad de pruebas que, evidentemente, mi padre no había dejado que vieran la luz. Eran las pruebas del asesinato que se cometió cuando yo tenía dos años, las que habrían hecho que mi padre fuera a la cárcel por la muerte de mi madre. El mismo hombre que me había hecho la vida imposible durante tantos años fue el que me la había arrebatado. Mi cegué completamente por la ira, no podía creer lo que estaba leyendo. Maldito desgraciado, y para colmo no podía decírselo a nadie. ¿Quién iba a creerme? Yo ni siquiera existía en aquel mundo y sin embargo mi padre era una figura importante, representaba lo justo, en todo caso sería yo el que acabaría en una celda de por vida en caso de que se me ocurriera abrir la boca. No quería que eso quedara así, pero no podía hacer nada. Intentar agredirle sería estúpido y ya he mencionado que denunciarlo sería algo que no serviría de nada. 

Para mi alegría, o eso pensaba, encontré en esa habitación la solución a todos mis problemas. 

Empecé a buscar algo que pudiera serme útil, algo entre los libros que estaban esparcidos por la habitación podría darme la solución. Entonces encontré un viejo libro, ya debía ser viejo cuando su último portador fue detenido y ejecutado, que contenía en su interior los secretos de la magia negra. Yo, sin dudarlo, me puse a leer y encontré un ritual que podría ayudarme a hacerle pagar todo lo que me había hecho, estuve memorizándolo todo al pié de la letra para no cometer ningún error. Cualquier mortal con un poco de cerebro habría pensado que lo que ponía en ese libro era una sarta de tonterías, pero para alguien que nunca había salido al exterior, ese libro era la salvación que había estado esperando. 

El ritual recibía el nombre de convocación del demonio. No era nada complicado, ni necesitaba más materiales que mi presencia y algo con lo que dibujar. Cogí una tiza que había por el suelo y tracé las líneas para dejar bajo mis pies una estrella de cinco puntas rodeada por una circunferencia, todo ello sin parar de decir unas palabras en un idioma que desconocía, luego comprendería que se trataba del latín. Parecía que todo iba bien, ya estaba notando la presencia que venía a ayudarme, pero no debí de ser el único que la notaba, porque, cuando estaba en la mitad de la ceremonia, mi padre entró en la azotea y me vio sin previo aviso, o puede que yo estuviera demasiado concentrado como para oírlo.

Esperaba un gran enfado, o una paliza, sin embargo él sonrió de oreja a oreja, como si todo hubiera salido según sus planes, al fin tenía la oportunidad que él había estado esperando. Todo ocurrió muy deprisa, apenas puedo recordarlo. Sé que me echó de la casa a golpes, acompañados de una gran cantidad de reprimendas e insultos que hacían mención al demonio que siempre había dicho que llevaba dentro. Aquella fue la primera vez que salía al exterior desde que tengo uso de razón, no tengo recuerdos muy gratos. Fui arrastrado por las calles mientras todos los vecinos a los que tantas veces había mirado desde la ventana ahora me observaban a mí. Tiraba de mi brazo con tanta fuerza que tenía la impresión de que iba a arrancármelo, mis débiles piernas, fruto de una escasa alimentación y un nulo ejercicio, no aguantaron más y el resto del trayecto lo hice arrastrándome por el suelo mientras me manchaba con la nieve embarrada. Mi aspecto se volvió aún más harapiento cuando mis ropas se rompieron por el roce y mi carne se abrió en varios cortes dejando que la sangre manara de múltiples heridas.

Lo siguiente lo tengo aún más borroso, el sitio al que fuimos eran los juzgados, el terreno de mi progenitor, donde se me denunció por brujería y como era de esperar se me condenó sin que pudiera hacer nada. Mi destino estaba sellado, moriría en una semana y hasta aquel momento me encerrarían en un calabozo aislado. Otra vez me arrastraron, yo no sabía ni que decir ni que hacer, solo podía dejarme llevar y esperar. El guardia me empujó a una habitación más oscura aún que el sótano de mi casa, cuando estuve dentro cerró una gran puerta de metal, era como si hubieran puesto un muro móvil para impedir el paso. Las paredes eran grises, de piedra, cubierta en su mayor parte por moho. Y en la sala lo único que había era un banco de madera astillado y un ventanuco en la parte de arriba de apenas un palmo de grosor, que pese a ello, aseguraban con muchos barrotes.


1 comentario:

  1. Leído!!!!!

    Me ha encantado *_* quiero más^^ xDDD

    Por cierto, mañana si me acuerdo te comento un par de posibles erratas^^

    ResponderEliminar