Capítulo
1:
Reunión
El
viento soplaba fuerte arrastrando la arena de aquella tierra yerma mientras los
pasos hacían crujir las plantas secas que poblaban la tierra. Una sombra
solitaria se acercaba a un terreno que no le pertenecía, pese a que sus dueños
habían marcado bien su territorio con estandartes, que mostraban un lobo
rabioso visto de frente de color negro sobre un fondo rojo sangre, esparcidos
por toda la zona. No había solicitado de forma alguna el derecho de estar allí,
tampoco es que la hubiera, y sin embargo caminaba con orgullo y sin mirar
atrás. A medida que se acercaba a la entrada el camino se estrechaba, se
trataba de una caverna subterránea formada en una grieta a los pies de una
meseta y la puerta se marcaba varios metros antes con dos paredes de piedra
cubiertas de vegetación, si es que podía recibir ese nombre.
No
era fácil reconocer a la persona que estaba llegando, lo único que estaba claro
era que se trataba de una mujer, era imposible ocultar su figura. Estaba
cubierta hasta los ojos con mantos y vendajes, todos sucios y rotos, incluso
llevaba un velo para que dificultaba aún más su identidad. Avanzaba entre los
árboles podridos y las rocas, sintiendo claramente como el peligro le rondaba,
la estaban observando desde que puso un pie ahí, pero sabía muy bien donde se
estaba metiendo y no esperaba un recibimiento diferente de aquel.
Estaba
entrando en las tierras de Hunter, el cazador, y nadie solía ser bien recibido con
amabilidad por él, salvo los que pertenecían al círculo del mismo cazador, y
tampoco se podría llamar así a la forma en que se comportaba con sus propios
súbditos. Pero para su asombro sí tuvo un recibimiento. Dos hombres saltaron
desde la cima de la meseta cuando estaba a punto de atravesar la entrada, eran
hombres no muy destacables, uno de ellos medía menos de metro y medio. El pobre
había mantenido su aspecto tras la mutación, pero muchos lo habrían dudado,
tenía más barriga de la que se podía esperar en aquellos momentos de necesidad
y su rostro parecía estar desfigurado, solo lo parecía. Por el contrario su
acompañante, aunque tampoco era gran cosa, era bastante más atlético que él,
cosa fácil, y su estatura era la suficiente como para no tener que recibir
burlas por ello. Pero para compensar toda aquella normalidad tenía una
nariz enorme, gruesa, arrugada y constantemente expulsando sustancia. Estaba
claro que ambos habían sido destinados a la vigilancia de la puerta para que el
cazador no tuviera que soportar ver sus rostros cada día. La chica los observó,
pese a su aspecto lo que más le sorprendió era la indumentaria que llevaban.
Por todos los clanes cercanos era conocida la forma de vestir de los miembros
de aquel clan, telas unidas a piezas metálicas. Nadie lo entendía, las telas
estaban sucias y raídas, mientras que el
metal se acercaba al oxido, además carecía de capacidad para dar protección a
sus portadores. Sin embargo siempre vestían así, tanto para luchar como para
vivir.
Los
dos hombres se acercaron a ella exhibiendo unos cuchillos amenazadores, fue
inútil, pero mantuvieron una conversación con ella bastante distante hasta que
accedieron a acompañarla al interior para que su señor decidiera cual sería el
destino de aquella joven.
Los
pasillos de la enorme pero mugrienta cueva iban cambiando su estrechez
constantemente a medida que avanzaban. Era la famosa guarida de Hunter, el
cazador, que había sido trabajada por él mismo incluso antes de que ocurriera
el cataclismo, fue habitada por él y nadie más durante todo ese tiempo, pero
ahora se veía una gran cantidad de gente en pequeños recovecos, como si fueran
madrigueras. Después de todas las catástrofes, aquellos que no tenían donde
caerse muertos acudieron a ese lugar en busca de protección, buscaban alguien
que estuviera preparado, y así el clan de Hunter consiguió una fama inmensa en
este caótico mundo. Todos miraban a la chica, sorprendidos, la habían capturado
en un terreno por el que nadie se había atrevido a pasar en mucho tiempo.
Llevaban a la chica a rastras agarrándola por un brazo cada uno, sin despojarla
todavía de su capucha hasta tener el permiso de su líder. Hunter les daba
protección, pero también era sabido lo que les ocurría a aquellos que tomaban
decisiones por su cuenta.
Finalmente,
tras caminar por los laberínticos pasillos de la cueva llegaron al salón
principal.
La
enorme habitación, rodeada de muros de piedra gris y rugosa que ascendía varios
metros hasta una cúpula en la que la erosión había formado algunas aberturas
por las que penetraba la tenue luz que desprendía el sol nublado, carecía
prácticamente de mobiliario, exceptuando unos candelabros que alumbraban la
sala, solo unos pocos clanes podían permitirse el lujo de poseer energía
eléctrica. En lo alto de unas escaleras mal talladas en la piedra se encontraba
Hunter, sentado sobre su trono, un viejo sillón con el respaldo cubierto por
placas de acero. Parecía que le habían dejado caer en aquel estrafalario
asiento, como si no tuviera ganas de nada, sus fríos ojos estaban perdidos por
los muros, sin prestar atención a nada de su alrededor, mientras su mano
derecha se perdía por su áspera melena, como si estuviera sujetando todo el
peso de su cabeza, y con la otra acariciaba a un enorme perro que dormía junto a
él. El tamaño de aquel can era asombroso, había sufrido varias modificaciones
físicas a causa de la radiación. Los guardias entraron de golpe, despertando al
perro que gruñó levemente, y dejaron caer a la chica de rodillas frente a la
escalera con un empujón. Ella no protesto pese a la falta de delicadeza que
habían demostrado aquellos hombres.
-Esta
mujer asegura conoceros, señor.- Uno de los hombres realizó una leve
reverencia, muy torpe y tosca. Hunter miró hacia sus súbditos lentamente e hizo
con la mano el gesto de desdén que realizaba cada vez que aparecía una visita
indeseada en sus tierras, no hacía faltas más, todos sabían lo que eso
significaba.
La
mujer empezó a levantar la vista lentamente dirigiéndola hacia las botas del
señor, subiendo lentamente la vista por sus pantalones vaqueros negros llenos
de rotos, decorados con alguna placa de metal a modo de rodilleras y extendidos
aleatoriamente por ambas piernas. La mayor parte de su cuerpo estaba cubierto
por un abrigo largo de piel curtida que le envolvía hasta las pantorrillas.
Bajo el abrigo llevaba el torso al descubierto, lleno de heridas y cicatrices,
además de polvo y tierra que se enredaba en una capa de vello oscuro en la zona
de los pectorales. La piel de la gabardina estaba decorada, como lo hacía con
todo, con metal y además llevaba unas hombreras del mismo acero llenas de
puntas. El hombre parecía mucho más grande de lo que era, quizá fuera por la
altura a la que se encontraba su trono, o quizás porque todo el mundo se sentía
muy pequeño al observar esos ojos que habían sufrido tanto. Llevaba la cara
cubierta con una barba de tres días muy descuidada, pero realmente todo en él
parecía descuidado. Su negro cabello, largo hasta debajo de los hombros, estaba
encrespado lleno de nudos y grasiento, debía hacer días que no lo cepillaba ni
lo lavaba. El rostro, endurecido por las experiencias, estaba también cubierto
de polvo y suciedad, oscureciendo aún más su figura, culminando con unos ojos marrones
de mirada gélida.
-Has
cambiado mucho, pero sin duda tienes ese algo que solo tenía él.- Habló al
final la chica, con una voz que transmitía una enorme tranquilidad, mientras se
ponía en pie pese a los impedimentos que intentaba ejercer uno de los guardias.
Todos, incluido el señor del lugar, se intrigaron mucho ante aquella afirmación
y dirigieron sus miradas hacia la chica que, consciente de la atención que
había llamado, se retiró la capucha. Era una chica preciosa, de pelo largo
moreno y ligeramente ondulado. Se colocó el pelo, una vez liberado de su
prisión de tela, y quedó bordeando sus tiernos ojos marrones, acariciando sus
tiernas mejillas de pómulos marcados, llegando a rozar sus hermosos labios,
rojos y carnosos. Pero la longitud del cabello por la parte de la espalda no se
detenía hasta alcanzar casi el final de su espalda. Hunter observo a la chica
con expresión que nadie había llegado a ver y que había aparecido en cuanto
escuchó su voz.- Yo también he cambiado, soy Ana, aunque en estos tiempos hay
gente que me llama Aniete, pero yo lo odio, Aníe es mejor. Creo que ambos hemos
cambiado... pero también sé que me has reconocido… verdad...
-Hunter.-Cortó
en seco el hombre antes de que ella pudiera pronunciar una sola letra del
nombre.
-Si…
Hunter
-Siento
decirte que no te he visto en mi vida, y tú a mí tampoco.- Prosiguió mientras
se erguía dispuesto a abandonar la habitación sin mantener más tiempo aquella
conversación.
Dio
la espalda a la invitada y se dirigió hacia una puerta que había tras su
asiento. Su paso era firme, o eso parecía, hasta que una exhalación de asombro
general, producida por los guardias y la gente que había en torno a la sala, le
obligó a girarse. Aquella mujer estaba acariciando a su perro, nadie salvo él
se había atrevido a poner una mano cerca de ese inmenso animal que había pasado
de ser un pastor alemán a ser un lobo del tamaño de un león. Sin embargo con
aquella mujer era nuevamente como un cachorro, había bajado las escaleras para
estar cerca de ella, lamía su rostro y se tumbaba panza arriba esperando más
muestras de cariño. Aquello le había dejado sin respuesta posible, volvió a
situarse frente a ella junto al trono.
-
Estas son las tierras del cazador, nadie tiene derecho a pisar por aquí sin mi
consentimiento...
-He
venido a buscarte, nos estamos juntando todos en un clan para impedir que...
-¡Yo
no voy a impedir nada!- Interrumpió una vez más tajante.- No soy quien buscáis,
se a quien buscáis... no soy yo. Márchate ahora o tendré que mandarte troceada
de regreso a tu clan.
La
chica intento hablar, deseaba decir algo, pero algo en su interior se lo
impidió al ver los ojos del cazador. Asintió temblorosa, conteniendo las
lágrimas con todas sus fuerzas, y salió de la sala sin esperar a que le dijeran
una sola palabra más. Uno de los guardias se dispuso a seguirla mientras sacaba
de su cinturón una navaja oxidada para ejecutar las órdenes típicas de su
señor. Pero este le detuvo alzando el brazo para que la dejaran irse sin
problemas. El hombre dirigió una mirada cargada de duda al líder.
-No
es más que una mujer que busca a alguien muerto desde hace quince años.
El
camino de vuelta se hizo mucho más largo de lo que había sido el de ida. La
reunión no había sido como a ella le habría gustado, allí no estaba el chico al
que perdió hace tantos años, y sin embargo verle la había afectado mucho más de
lo que había esperado. Horas después volvía a estar a las puertas de su clan,
unas puertas de madera astillada hechas con restos de otras puertas y que
alcanzaba una altura de diez metros para impedir que nadie atravesara las
murallas de piedra sin permiso. Ahí la esperaba un hombre apoyado contra la
pared. Se dirigieron una mirada y Aníe contesto con una negación mientras los
ojos se le inundaban de lágrimas. Había aguantado todo el camino firme, pero
ver a su compañero la había terminado de hundir pese a los intentos que
manifestaba por calmarla.
Las
puertas se abrieron y ambos se adentraron a la guarida, los demás estarían
deseando verla de nuevo. La chica era algo más alta que el hombre que la
acompañaba, aunque tampoco era demasiado alto. De ropa llevaba unos pantalones
marrones sucios y un leve vendaje que le cubría la mayor parte de su torso
desnudo. Su pelo estaba alborotado y cortado de forma desigual, con unos
mechones bastante cortos pero los más largos le llegaban hasta media espalda.
Su rostro manifestaba una sonrisa confortante pasara lo que pasara y sus ojos,
claramente afectados por el Lituenzin, cambiaban de color drásticamente
dependiendo del día, pero se mantenían brillantes. Una vez en el interior
parecía que el lugar estaba desierto, no había nadie y la ausencia de casas era
notable, pero la realidad era muy diferente, la autentica entrada estaba en el
centro de aquella explanada. Avanzaron hacia ahí y el hombre tiró de una cuerda que había en
el suelto, oculta bajo la arena, que estaba enganchada al tirador de una
puerta. La verdadera guarida era una amplia ciudad subterránea con cabañas de
piedra, bastante poblada, y durante el día se iluminaba con numerosas brechas
en el techo que dejaban pasar la leve luz del sol, pero cuando este se ocultaba
todo se llenaba de llamas de una forma muy hermosa, intentando buscar un poco
de paz al caótico mundo en que vivían. Avanzaron a paso ligero hasta la choza más
grande de todas, la única que tenía varias habitaciones. Era la base de
operaciones y vivienda de los creadores del clan. Habían llegado sin mediar
palabra en todo el camino y al entrar tampoco dijeron nada. Ella fue hasta su
habitación, necesitaba descansar y no tenía ganas de ver a nadie en aquel
momento, pero aún así cuando se tumbó en la cama fue consciente de que la había
acompañado hasta ahí.
-Le
encontraste. ¿Verdad?- Preguntó el chico sin borrar la sonrisa tranquilizadora
de su rostro.
Aníe
le miro y se encogió de hombros.
-Podría
decirse que si..
.
-¿Hablaste
con él?
-Sí,
hable con... Hunter... Ha cambiado, más de lo que pensábamos. No nos ayudará.-
Las lagrimas volvieron a brotar de los ojos de la chica. Giró su cuerpo en la
cama para quedar boca abajo y cubrir su rostro con la almohada para disimular
su llanto, aunque sabía que no funcionaria.- Nos ha olvidado, y también ha
olvidado que una vez fue...
-El
es Hunter. Por la ley del renombramiento tiene todo el derecho a fingir que
nunca existió de otra forma. Pero no puede olvidarnos, porque no se puede
fingir tanto.- Se levantó y miro por un ventanuco que había en la pared
derecha, desde él se veía la guarida que empezaba a iluminarse con las
antorchas.- Pero creo que si tú no eres capaz de hacer que vuelva, difícilmente
vendrá por las buenas.
Aníe
se volvió incorporar en la cama, dirigiendo su torso hacia él y se mordió el
labio para ayudar a contener el llanto.
-No
entiendo por qué crees eso.- La chica miro hacia su amigo con los ojos rojos y
humedecidos. Hizo una pausa y continuó con la voz temblorosa.- Te recuerdo que
hace quince años fui una de las razones principales de su marcha.
El
silencio invadió la habitación. Aquel tema había sido un tabú para todos los
miembros del clan desde el principio, y mucho más para Aníe y los principales
miembros que eran los que estaban involucrados en aquello. El chico suspiró,
dejando que la sonrisa abandonara su rostro, y empezó a caminar de un lado a
otro de la habitación meditando. Se paró un segundo junto a una mesita que
había junto a la cama, la golpeó con dos dedos y después volvió a mirar a su
amiga con la sonrisa recuperada. Parecía que la hubiera estado cargando.
-Lo
sé, y no puedes hacer nada para cambiarlo, pero si se fue era porque le
importabas demasiado como para quedarse sin sufrir...- El hombre no dijo nada
más, y caminó hasta fuera de la habitación.
Al
cabo de cinco minutos regresó, ella no se había movido del sitio, solo había
cambiado de postura y ahora apoyaba la cabeza en las rodillas. Alzó la cabeza y
vio a su compañero con una espada en una vaina azul oscuro que colgaba del
cinturón de su pantalón.- Me temo que tendremos que hacer que venga por otros
métodos.
La
chica se quedó boquiabierta un momento, se secó los ojos con los puños de la
chaqueta y asintió antes de ponerse de pie y seguirle.
Hunter
caminaba sin rumbo por los pasillos de su guarida, absorto en sus pensamientos,
acompañado únicamente por su fiel perro. Llevaba así desde que la visita se
había marchado. De pronto se paró y miró hacia el techo de la inmensa cueva. Suspiró
apesadumbrado. Apretó los puños haciendo que crujieran los nudillos de ambas
con fuerza, lo hacía siempre que quería manifestar que estaba alerta.
-Dancel,
sabes perfectamente que te había notado desde el momento que empezaste a
seguirme.- Comentó el cazador mirando hacia las sombras tras él de donde broto
un chico alto y delgado con la cara prácticamente vendada. El cazador escupió
al suelo con desprecio sin dejar de mirarle a los ojos, la única parte del
rostro que se veía claramente, que parecían dos llamas.- Dame un solo motivo
por el que no deba matarte.
El
hombre se acarició el pelo, recogido en una coleta que prácticamente llegaba al
suelo. Avanzó hasta estar cerca de Hunter sin dejar de reírse, eso irritaba
bastante al líder del clan.
-No
la hay, pero no lo harás.- Hunter soltó un gruñido al unísono que su perro y
volvió a caminar escuchando las risas del otro hombre.- Vi la escena de antes,
parece que yo tenía razón. El todo poderoso e insensible cazador tiene sus
sentimientos.- Las risas cesaron cuando el cazador le dirigió una mirada
asesina, tan gélida y cruel que asustaría al más bravo.- Vamos, todos vieron
tus ojos cuando Aníe empezó a hablar, puede que sigas siendo el mismo de hace
quince...
-¡Cállate!-
Grito el enfurecido hombre.- El cazador nació hace quince años, no sé nada que
haya pasado antes de eso. Y si no recuerdo mal te acogí aquí porque también
habías decidido romper tus lazos con el pasado. Si hubiera sabido que ibas a
estar recordándomelo te habría destripado hace tiempo.
La
voz retumbo por las gruesas paredes de
piedra durante unos segundos, después solo quedó el silencio, incluso el perro
se había tumbado en el suelo para no enfurecerle más. Dancel los miró a ambos y
apoyó una mano en la pared de roca, el pasillo era estrecho y apenas cabían
tres personas que caminaran juntas, así que para alguien como él sería difícil
estirar ambos brazos hacia los lados. Tras unos segundos negó con la cabeza y
chascó la lengua.
-Me
cogiste como prisionero y no me mataste por los lazos pasados que nos unían,
por mucho que lo niegues es así, he visto lo que haces con la mayoría de los
que quieren una nueva vida.
-No
me importa lo que creas, yo soy Hunter y no tengo nada que ver con esa
muchacha, ni lo tuve contigo, solo te dejo vivir en mis territorios. No confió
en nadie y en ti tampoco, así que no te la juegues conmigo.- El enfado era cada
vez mayor y el tono de amenaza se afirmaba un poco más a cada segundo.
-Entonces,
¿por qué permites a la gente de esa calaña vivir contigo?
-Je,
son como yo. La mitad de los que viven aquí son ladrones y asesinos y la otra
mitad putas sin escrúpulos. Puedes fiarte de las malas personas, sabes que
nunca cambian.- Sonrió fríamente, parecía que su enfado había desaparecido. Palmeó
la espalda del perro antes de seguir avanzando, dándole a entender que podía
ponerse en pie.- Vamos Conan, hoy no te cenaras a este desgraciado.
Siguió
su camino dejando atrás a Dancel, no le importaba si iba a decirle algo más,
pero sabía que ya no le seguiría más. Su camino por los pasillos le llevó a la
zona de las madrigueras, donde vivían todos sus súbditos. Crujió su cuello y se
mantuvo erguido, fingiendo que la visita no había alterado su estado impasible.
Miró a su alrededor, la gente vivía en un estado lamentable, pero ese era el
estado que él les proporcionaba y era el mejor que podían permitirse. En algunos
de los agujeros sin puerta a los que llamaban casas la gente estaba
alimentándose con la carne que habían conseguido algunos días antes, solo se
atrevían a cazar si era en compañía del cazador. Pero sobretodo se notaba que
tenía razón en lo que había dicho antes, todos eran criminales, en la mayoría
de las madrigueras había varios hombres beneficiándose a una prostituta a la
que pagaban con un trozo de la caza, en otras había algún cadáver en
descomposición. Si fuera posible encontrar drogas de manera fácil seguramente
eso sería lo que se vería en los otros lugares.
Lo
que más atraía a la gente de ese clan era la ausencia de normas respecto a
esto. A Hunter le daba igual que se violaran o se mataran entre ellos, siempre
que limpiaran los cuerpos antes de que empezaran a oler mal y que los niños
fruto de tantas relaciones carnales fueran criados sin hacer el menor ruido,
era bien sabido que para el cazador las presas no se diferenciaban en edades,
si un niño le molestaba acabaría igual que cualquier adulto…y posiblemente los
padres también.
-Señor
Hunter.- Dijo un muchacho enclenque de pelo medio largo, cortado de forma
demasiado recta, y con el rostro a medio cubrir por un pañuelo de tela vieja.
-¿Qué
quieres Shun?- Preguntó con una voz fría y bastante desagradable, a la vez que
temible.
-
Señor, tu gente se está empezando a preocupar. No es muy normal que alguien
venga hasta nuestra guarida y se marche vivo sin más. Además...- El joven hizo
una pausa preocupado por la reacción, estaba claro que le habían obligado a él
a ser el que transmitiera la preocupación en contra de su voluntad.
-¿Además?
-Vera.-
El rostro de Shun empezó a cubrirse de sudor y todo su cuerpo empezó a
temblar.- Todo...toda...tu gente... cree haber visto debilidad por esa mujer en
vuestros ojos...
Sin
dejar tiempo a que el joven pudiera disculparse una mano le agarró del
cuello manteniendo dos dedos contra su rostro y le empujó hasta una pared. La sangre
empezó a brotar de la frente y del resto de la cara que estaba apretada contra
las rocas. Tal y como temía, ese comentario había enfurecido al cazador. Cada
vez le resultaba más difícil respirar, mientras la mano forzaba más el cuello
la cabeza se iba aplastando contra las rocas causando más arañazos y heridas.
-Para
empezar, esa mujer no significa nada. ¿Entendido?- El chico asintió temiendo
por su vida cada vez más, no quería ser el alimento del enorme Conan.- Y yo no
tengo gente. Que os proteja a cambio de vuestra servidumbre no significa nada,
así que no tengo que dar explicaciones a nadie. La próxima vez que cuestionéis
mi autoridad os marchareis todos a sobrevivir en la explanada como buenamente
podáis.
Leído!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho^^ Y ahora me dejas con ganas de más ¬¬ mala persona xD
Tengo apuntadas (esta vez si estan apuntadas xD) algunas erratas, así que cuando te pille te las digo^^