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viernes, 16 de diciembre de 2011

Cataclismo: Capítulo 1 (parte 2)


(Imagen de Sloth de FMA, que creo que da una idea aproximada de un person aje que aparece en este capítulo)


Con cada paso que daba, el inmenso hombre que avanzaba dentro de la choza hacía temblar todo a su alrededor. Sus piernas, con una musculatura superior a la esperada para un humano, tenían que soportar el peso de un cuerpo de casi tres metro que tenía la misma densidad. Había estado dando vueltas por todo el edificio, pero no encontraba a nadie y mucho menos a la persona que estaba buscando. Finalmente fue a la habitación que menos solía visitar. Abrió la puerta de un portazo, tan fuerte que casi la arranca sin darse cuenta, cuando estaba tan tenso le costaba más mantener su fuerza bajo control. 
La habitación era muy oscura, apenas iluminada por una fogata en una pequeña chimenea. Tampoco abundaban los muebles y no tenía ventanas. Lo único que había era una cama, de bastante buena calidad para lo que se solía encontrar en aquellos tiempos, y un sillón junto a la chimenea. Aquel sillón era el lugar donde reposaba su compañero, aunque no tenían demasiada relación sabía que sería la única persona capaz de darle respuestas.
-¿Donde está Aniete?- Preguntó con ansiedad sin esperar a que el otro le dirigiera la palabra, ni siquiera sabía si estaba disponible, pero necesitaba saberlo. 
Ambos dos llevaban el pelo largo pero el de mayor tamaño lo llevaba más corto, despeinado y cubriendo parte de su rostro de constante. Eran miembros del mismo clan que Aníe y se conocían desde antes del cataclismo. 
El hombre con el que hablaba se giró lentamente y abrió su ojo derecho con calma. La pupila estaba brillando de un color verde que poco a poco se fue apagando. Estaba durmiendo con la comodidad del fuego para arroparlo y utilizando su pelo, generalmente bien colocado por detrás de las orejas, para taparse los ojos. Le dirigió una mirada desagradable, no le gustaba nada que le despertaran y menos por cosas que carecían de importancia para él, pero era verdad que pocas cosas tenían importancia como para ser despertado. Sin preocuparse por las prisas que manifestaba su compañero, bostezo, se coloco bien en la silla, puso su pelo tras las orejas y volvió a mirarle, esta vez con ambos ojos abiertos fingiendo interés.
-Gracias por despertarme Bernin.- Contestó sarcásticamente. Dirigió su cabeza hacia el techo, concentrándose con los ojos cerrados nuevamente, y luego volvió la mirada hacia Bernin.- Te recuerdo que hoy era el día en que iban a buscarle. Volvió, pero acaban de partir hacia allí otra vez.
La expresión de su rostro se volvió pálida, pese a lo grande que era había cosas que le horrorizaban y en especial cuando se trataba de algo en lo que estuviera involucrada ella. Sacudió la cabeza para intentar quitarse la preocupación, como si un movimiento pudiera hacer que sus ideas salieran disparadas. 
-Es verdad...que hoy van a buscar a ese desgraciado. -El hombre enorme se rascó la cabeza, su mano era inmensa al igual que el resto de su cuerpo, y se giró dándole la espalda. - Cuando vuelvan avísame, Slean.
Recibió un asentimiento a modo de respuesta y su compañero volvió a recostarse cerrando los ojos, quería volver a dormir cuanto antes. Bernin se paró en la puerta, apoyando la mano en el marco y finalmente volvió a dirigir su mirada hacia Slean.
-Francamente no entiendo por qué tenemos que hacer esto. No necesitamos a alguien como él. Sinceramente, espero que no logren que se nos una..- El chico en la silla volvió a incorporarse lentamente y le dirigió una mirada muy seria ante aquella afirmación. - Lo mejor que ha podido hacer ese hombre en toda su vida fue irse para siempre.

Hunter corrió a toda velocidad, por el laberinto de piedra al que llamaba su hogar, prácticamente a ciegas, guiado exclusivamente con sus instintos, hasta que llego a su “sala del trono”. La habitación estaba vacía, no había ninguno de sus guardias. Frente a él estaba la escalera donde se alzaba su poltrona. Sus ojos se abrieron de par en par inevitablemente cuando vio a un muchacho sonriendo de oreja a oreja, sentado en su sitio, con los pies apoyados sobre un montón de hombres inconscientes. Ambos se intercambiaron miradas, de maneras muy diferentes. 
El cazador desenvaino sus dos espadas deprisa, cogiendo con cada mano la que se encontraba en el lado opuesto, eran bastante viejas pero el filo se mantenía brillante como el primer día. Dio un silbido y su perro se puso a la defensiva. Mientras tanto el invasor le miraba con esa sonrisa, derrochando alegría, a fin de cuentas llevaba quince años esperando ese momento. Sin embargo a Hunter esa situación no le parecía para nada alegre. 
-¿Se puede saber porque tienes esa cara de gilipollas?- Preguntó mientras apretaba sus dientes y dejaba escapar un gruñido para manifestar más su enfado. 
Su supuesto rival sonrió aun más al escuchar la pregunta, todo estaba ocurriendo tal y como esperaba que ocurriera, y se puso de pie, pisando los cuerpos inconscientes de los hombres.
-Veras, yo antes era muy serio, cuando era pequeño, hasta que conocí a un amigo de verdad que entre otras cosas me enseño a sonreír. Me dijeron que murió hace quince años, pero desde yo no me lo creo y desde entonces sigo buscándole con la sonrisa que me enseño a poner.- Contestó cada vez aparentando una mayor felicidad.- Creo que tú eres Hunter ¿no? Bueno, yo también me cambie el nombre así que no te culpo. Ahora todos me llaman Espido, encantando. 
Ambos se miraban sin saber que podían esperar del otro. Los ojos se clavaban en los del otro con tanta fuerza que parecía que ya habían empezado una pelea, sin embargo la fuerza del intruso no era del mismo tipo, no tenía esa rabia. Hunter escupió en el suelo como muestra de desprecio sin dejar de mirar a su “invitado”. No sabía quién era aquella persona, se había obligado a olvidar toda su vida anterior y se le dio bastante bien. Sin embargo no iba a manifestar esa debilidad a nadie y mucho menos a aquel hombre. Pasó su muñeca por la boca para limpiar los restos de saliva y continuó enseñando los dientes. Ambos, animal y humano, estaban manteniendo el mismo comportamiento salvaje, marcando su territorio.
-Nadie te ha preguntado tu nombre.- Contestó por fin el cazador intentando no mostrar todas las vueltas que estaba dando su mente.- Y si buscas a tu amigo desde hace tanto... ¿Qué haces aquí? 
-Veras.- La sonrisa de Espido se extendió aun mas.- Quiero que te unas al clan al que pertenezco. Te pareces mucho a ese amigo.
El cazador se quedo un momento en silencio analizando las palabras del otro hombre con una expresión seria. Después no se contuvo, aquellas palabras habían conseguido mellar su defensa, y soltó una carcajada que retumbó por las paredes de la sala. Sus ojos volvieron a fijarse seriamente en los de Espido y las risas se acabaron en seco.
-Yo soy el dueño de mi clan, no tengo razones para unirme al tuyo.
-Que nosotros buscamos evitar el caos del mundo. ¿Qué quieres hacer? Vivir o sobrevivir.- Contestó mientras Hunter le miraba pensando lo estúpido que era su invitado.
Los brazos del cazador se abrieron de par en par, señalaron a todo su alrededor con orgullo, al volver a cerrarlos raspó los filos de las espadas con sus hombreras metálicas. Se encogió de hombros.
- Mira todo lo que tengo, crees que esto es sobrevivir. Tengo todo lo que podría desear.- El invitado miró en todas direcciones para contemplar mejor la cueva y suspiró con pesadez.
-Sí, tienes muchas cosas. Pero...no tienes a nadie que te aprecie. Solo un puñado de interesados- El cazador se puso mucho más serio al escuchar y movió la espada derecha con fuerza, como si quisiera cortar el aire.
- Gente que perdió a un amigo hace quince años no creo que puedan manifestar mucho aprecio.- Apuntó con la espada hacia Espido y le observo, en su mente ya veía como le destrozaba, aunque aún no se habían movido ya sentía la sangre brotando.- Ahora basta de tonterías. Has invadido mi casa y nadie se va de rositas después de eso. 
En menos de dos segundos Espido estaba frente al cazador lanzando una estocada, con una espada azul, a gran velocidad. Nadie normal habría sido capaz siquiera de ver el movimiento que había realizado, la velocidad con la que había realizado aquellos movimientos era muy superior a la humana, sin embargo Hunter pudo esquivarle de milagro, inclinando su cuerpo hacia atrás todo lo que pudo. La hoja todavía estaba a unos centímetros de su rostro y podía sentirla como si se estuviera clavando en él. Desde esa posición intentó contraatacar dirigiendo su espada hacia las piernas inútilmente, fue esquivado con un salto que culminó con su rival de pie sobre la espada impidiendo, el peso hizo que se desequilibrara y la espada quedó fija en el suelo, inmóvil. Sin una pausa, su otra mano movió a la otra espada apuntando hacia la cabeza de Espido. Fue esquivado de nuevo, esta vez con voltereta hacia atrás con culminación perfecta, colocándose otra vez en posición de ataque.
El cazador se levantó y chocó ambos filos entre sí en gesto de amenaza mientras avanzaba para estar cuerpo a cuerpo con su enemigo. Ambos se lanzaron al ataque una vez más, pero la agilidad del intruso era sobrehumana y parecía que cada vez era más superior. Empezó a lanzar estocadas con la espada combinándolas con patadas y puñetazos con su mano libre. Por desgracia para este, los ojos del cazador estaban mucho más desarrollados de lo que esperaba y conseguía esquivar todos sus golpes, aun así le impedía realizar cualquier movimiento, si Hunter intentaba atacar tendría que dejar la defensa y eso le produciría muchos problemas. En un momento, Espido tuvo un descuido al intentar dar una patada doble a su rival, saltando con ambas piernas estiradas. Su adversario se agachó, evitando el golpe, y a continuación alzó ambas espadas en vertical dispuesto a atravesarle la espalda y terminar con todo en un segundo. En el último segundo, el hombre que estaba en el aire hizo un giro de tirabuzón y hacia la derecha, esquivando así el golpe y evitando una muerte más que segura.

martes, 13 de diciembre de 2011

Comentarios y dificultad

Hola a todos.

Tengo que poner una entrada explicando algo. Si alguien ha intentado comentar y no ha podido es que tuve un error y puse los comentarios bloqueados para usuarios no registrados. Ya está arreglado y puede comentar todo el que quiera.

Otra cosa, esta semana ando liadísimo así que lo tendré un poco dificil para llevar las actualizaciones al día, pero habra al menos un capítulo.

Saludos.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Vampiro: Prologo (Parte 2)


Pasé cinco días ahí, esperando la hora de mi muerte. Estaba tan asustado que no podía hacer otra cosa que temblar y llorar, pero en parte sentí un gran alivio. Al fin dejaría de sufrir en este mundo que parecía odiarme tanto. Abriría los brazos a la muerte y no mostraría mi miedo a nadie. Pero al quinto día sucedió algo extraño. 

Eran altas horas de la noche, y yo seguía sin poder dormir. La luna brillaba en el cielo, o eso me parecía ver por el hueco que daba al exterior. Me levanté tembloroso, lentamente, cuando escuché un susurró, debía ser el viento y sin embargo había escuchado claramente mi nombre. Antes de que me pudiera dar cuenta, una niebla densa empezó a entrar por el ventanuco y llenaba mi celda haciendo que mi visión fuera cada vez menor. Se movía en torno a mí, como si estuviera viva, y parecía casi como si me estuviera tocando. En aquel momento escuché con total claridad una voz de mujer.

-¿Tú eres Drake Menrray? Te sacare de aquí.- Dijo con un susurro completamente nítido.

 No me lo podía creer, nadie en el mundo de los mortales sabia de mi existencia, había permanecido toda mi vida en las sombras, como si estuviera muerto para todo el mundo, sin embargo esa niebla conocía mi nombre y mi apellido. No sabía cómo reaccionar, aunque tampoco tuve mucho tiempo para ello, antes de que me diera cuenta la niebla me envolvía completamente, pero solo a mi alrededor como si fuera una manta. Tal era su densidad que no fui capaz de ver nada a través de ella. Sentí un movimiento que me arrastraba, como si yo mismo fuera parte de aquella niebla. Cuando se disipó y recuperé la visión estaba viendo el cielo despejado. No sabía por qué ni cómo pero aquello me acababa de liberar de mi prisión. Miré a mi alrededor hasta que volví a encontrar la niebla salvadora, que en aquel momento estaba concentrándose en un solo punto, tomando poco a poco una forma humana. Finalmente se transformó en una mujer, era preciosa. Pero puede que solo lo creyera debido a las pocas mujeres que había visto… en realidad era la única si no contamos a mi madre y a algunas que mi padre solía traer a casa para pasar la noche con ellas, solo las pude ver de refilón a través de la cerradura de la puerta del sótano. Fuera por la razón que fuera, me pareció la visión más hermosa que había tenido en mi vida. Era una chica un poco más baja que yo, con el pelo de un negro muy oscuro que llegaba hasta cubrirle los hombros que llevaba al descubierto. Pero lo más hermoso de aquella mujer eran sus ojos, los más grandes y profundos que pudiera haber imaginado, podías perderte en ellos con gran facilidad, el blanco más puro envolvía un iris marrón claro con una pupila ligeramente alargada, tenía cierta semejanza a la mirada de un gato. Tardé unos segundos en poder dejar de mantener mi mirada fija en la suya. Seguí observándola, asimilándola por completo. Llevaba una ropa muy provocativa, aunque en ese momento pensé que sería una indumentaria de lo más corriente, una falda excesivamente corta, hasta medio muslo, lisa y negra, acompañada de un corsé rojo con flores negras que hacia destacar sus pechos que, aunque no eran muy abundantes, parecían desbordarlo. Bajo su falda llevaba unas medias deshiladas y con zonas que exhibían carne al descubierto. Su piel era de un pálido excesivo, como el de un muerto, aunque yo pensaba que era al contrastar el color de su piel con toda su ropa negra. 

-¿Quién eres?- Estaba lleno de intriga, mi vida estaba acabada y ella acababa de devolvérmela sin siquiera conocerla.

-Mi nombre es Kuroi Bara. Ven conmigo, yo te pondré a salvo si me sigues.

Asentí sin pensarlo dos veces, de pronto quería aferrarme a la vida y aquella mujer era el clavo ardiente al que debía mantenerme sujeto pasara lo que pasara. Ella me respondió con una sonrisa e inclinó la cabeza mostrándome la dirección, antes de correr lo bastante rápido para que nadie nos descubriera.

Si alguien me preguntara no sería capaz de decirle cual era el camino por el que íbamos, ocurría todo demasiado deprisa. Solo tengo conciencia de las ramas rozándome la cara, ni siquiera había camino, fuimos entre arboles y saltando troncos del suelo. Finalmente salimos del bosque, no tardamos mucho. Me limpié los hombros, correr por un bosque era una experiencia nueva para mí, y después miré hacia adelante. Estábamos frente a una mansión bastante antigua. Los hierros de la verja estaban oxidados y la puerta medio caída chirriaba con el vaivén del viento. No había ninguna luz, a excepción de la luna, así que solo pude distinguir la silueta de aquella inmensa casa, más grande aún que en la que había habitado todo ese tiempo. Aún así se distinguía que tenía cuatro pisos, a excepción de cuatro torres en las esquinas que tendrían un piso más. Las paredes parecían estar hechas de madera, porque las tablas superpuestas alteraban la silueta, pero tampoco me detuve más, Kuroi me indicó que aquella era su casa.

 Entramos asegurándonos de que nadie nos había visto, yo supuse que era porque a partir de aquel día yo era un proscrito. Se adelantó sin que me diera cuenta y encendió unas velas para alumbrarme el camino. La mansión era muy tétrica, las paredes con tonos muy oscuros,  llenas de telaraña y algunos murciélagos colgando del techo. Lo que más me llamo la atención era que todas las ventanas estaban tapiadas para impedir que el más mínimo rayo de luz entrara en la casa, ni siquiera la de la luna, lo que le daba aún más oscuridad. Fui consciente de que cada vez que encendía una vela todo su cuerpo temblaba. En ese entonces no entendía nada de lo que estaba ocurriendo.

Después de enseñarme gran parte de la casa acabamos en la habitación más grande, aunque solo estaba amueblada por una chimenea, un sofá, un par de butacones y una mesa a un extremo. Las paredes tenían algunos cuadros tan cubiertos de polvo que parecía imposible reconocer que había retratado en ellos. Se sentó en el sofá, era de madera oscura con unos almohadones rojos tan sucios que cuando se dejo caer salió una ligera nube gris. Me había dejado en la puerta del salón y yo no sabía cómo reaccionar ni que debía hacer. Ella había quedado de espaldas a mí, alzó ligeramente su mano derecha y con un dedo me indicó que fuera hacia allí. Rodeé lentamente el sofá, sin poder dejar de mirarla a esos profundos ojos. Su postura era muy atrayente, estaba inclinada hacia un lado pero se acercó hacia mí cuando estuve delante para que fuera capaz de ver más su escote, al sentarse la minúscula falda se le había descolocado dejando entrever lo que había debajo, no llevaba nada para cubrirse, y entre susurros me dijo que me pusiera cómodo acariciando suavemente un cojín a su lado. Para mí, que había pasado todo ese tiempo encerrado, era completamente imposible comprender todos los mensajes que aquella mujer me estaba mandando, pero sí entendía que debía sentarme en ese sofá. Me dejé caer en el punto exacto que me había indicado y ella se abrazó a mí, frotando todo su cuerpo con el mío mientras yo me mantenía quieto, inmóvil, tan inocente como chiquillo recién nacido, aunque mi cuerpo estaba teniendo experiencias completamente desconocidas. Pasados unos segundos lo culminó todo. Me miró directamente a los ojos, a apenas unos centímetros de distancia de mi cara, dejando que notara su respiración acariciándome los labios. Aquella mirada penetrante fue inolvidable, me había perdido en ella, y nada más importaba. Lentamente, acerco sus labios a los míos, muy lentamente, dejando que mi ansia aumentara cada segundo. Yo no entendía nada, pero cada segundo se me hacía eterno, esperaba algo y no sabía que era, no supe cómo reaccionar pero ella actuó por mí tomando la iniciativa. Hizo que nuestras bocas se juntaran, sentía sus labios helados junto a los míos, era algo húmedo pero muy agradable, habíamos comenzamos a besarnos. 

Dios, el destino al fin me sonreía. Tras diecisiete años de tortura ahora estaba en el paraíso, ni en mis más maravillosos sueños habría imaginado algo tan sublime, el mundo a nuestro alrededor había desaparecido, todo el dolor que había pasado hasta entonces se había esfumado, perdido en el tiempo. En el mundo en que me encontraba en aquel momento no había cabida para todo eso.

Quizá me ocurre todo por ser demasiado confiado.

 De pronto todo ese mundo fantástico se volvió oscuro, aquel lugar lleno de color en que creía encontrarme se convirtió en un mundo color sangre. Me agarró la nuca, con una fuerza que nunca habría imaginado, para que no pudiera moverla. El beso empezaba a ser más apasionado, más potente, ya no poseía esa magia sino un huracán de deseo. En ese momento fui notando como unos afilados colmillos se me clavaban en el labio, partiendo la piel y abriéndola para que empezara a liberar mi sangre y sentía que la iba perdiendo toda poco a poco, muy lentamente. La agonía se estaba haciendo eterna y yo no podía hacer nada para impedirlo, estaba completamente inmóvil, después de todo sí que iba a morir. La sangre dejó de fluir y sentí como mi vida se me escapaba entre los dedos, al menos había sido un final muy dulce. 

Durante unos segundos estuve muerto, crucé la frontera que diferencia ambos mundos, de hecho mi alma se quedo encerrada allí para nunca regresar conmigo. Llegué a ver las puertas del otro lado, tras tanto sufrimiento iba a ir a un lugar mejor. Ojalá pudiera deciros lo que hay más allá, resolver las dudas que tanto han asolado este mundo, pero no llegué a atravesarlas. Por desgracia para mí, sentí como volvía a correr sangre por mis venas… no era mi sangre. Desperté sobresaltado, en cuanto noté que seguía en este mundo. Lo primero que vi fue a Kuroi Bara tapándose la herida por la que me había dado de beber su propia sangre, así culmina el ritual, así es como se crea un nuevo vampiro.

La persona que crea a un vampiro tiene la obligación de cuidarle y adiestrarle hasta que sea mayor de edad dentro de la comunidad vampírica, porque en la mortal ya nadie notará la diferencia, una vez que te muerden casi todo tu cuerpo está realmente muerto, eres un cadáver más bonito de lo que eras en vida. Llevo con ese aspecto desde que morí, pelo largo hasta algo más de los hombros y casi siempre alborotado, eso aun tengo el derecho a cambiarlo. Nunca fui muy alto, mido aproximadamente metro ochenta, pero no lo sé con exactitud… curioso… trescientos años y nunca me he medido en condiciones. Tengo unos ojos marrones, no tienen nada especial, son muy comunes, solo son unos ojos corrientes. No puedo destacar mucho más de mi rostro, pero los autorretratos nunca fueron mi fuerte. Mi cuerpo también carece de detalles especiales, soy delgado pero con músculos, algo tenía que hacer en la casa todo el día así que me fortalecí bastante, pero la mejor parte la tengo por herencia vampira. No puedo decir que fuera muy atractivo pero cuando te muerden aumenta el atractivo físico con creces, una virtud que la evolución nos ha proporcionado para que sea más fácil atraer a jóvenes incautas.
Ese día Kuroi mi maestra, podría decirse que era una especie de madre para mí, fue quien me creó. Pero no fue la clase de maestra que yo esperaba, o que cualquiera hubiera deseado. No me convirtió en lo que soy porque me tuviera cariño, en ese caso habría cogido a cualquier otro, tampoco lo hizo como un acto heroico rescatando a un pobre a punto de ser ejecutado. Nada de eso formaba parte de su estilo. Lo hizo porque buscaba a alguien que hubiera pasado una vida horrible, una persona a la que la vida le hubiera privado de todo lo que es necesario para sentirse vivo, alguien que deseara la muerte con toda su alma para hacerle inmortal.