(Imagen de Sloth de FMA, que creo que da una idea aproximada de un person aje que aparece en este capítulo)
Con
cada paso que daba, el inmenso hombre que avanzaba dentro de la choza hacía
temblar todo a su alrededor. Sus piernas, con una musculatura superior a la esperada
para un humano, tenían que soportar el peso de un cuerpo de casi tres metro que
tenía la misma densidad. Había estado dando vueltas por todo el edificio, pero
no encontraba a nadie y mucho menos a la persona que estaba buscando.
Finalmente fue a la habitación que menos solía visitar. Abrió la puerta de un
portazo, tan fuerte que casi la arranca sin darse cuenta, cuando estaba tan
tenso le costaba más mantener su fuerza bajo control.
La
habitación era muy oscura, apenas iluminada por una fogata en una pequeña
chimenea. Tampoco abundaban los muebles y no tenía ventanas. Lo único que había
era una cama, de bastante buena calidad para lo que se solía encontrar en
aquellos tiempos, y un sillón junto a la chimenea. Aquel sillón era el lugar
donde reposaba su compañero, aunque no tenían demasiada relación sabía que
sería la única persona capaz de darle respuestas.
-¿Donde
está Aniete?- Preguntó con ansiedad sin esperar a que el otro le dirigiera la
palabra, ni siquiera sabía si estaba disponible, pero necesitaba saberlo.
Ambos
dos llevaban el pelo largo pero el de mayor tamaño lo llevaba más corto,
despeinado y cubriendo parte de su rostro de constante. Eran miembros del mismo
clan que Aníe y se conocían desde antes del cataclismo.
El
hombre con el que hablaba se giró lentamente y abrió su ojo derecho con calma.
La pupila estaba brillando de un color verde que poco a poco se fue apagando.
Estaba durmiendo con la comodidad del fuego para arroparlo y utilizando su
pelo, generalmente bien colocado por detrás de las orejas, para taparse los
ojos. Le dirigió una mirada desagradable, no le gustaba nada que le despertaran
y menos por cosas que carecían de importancia para él, pero era verdad que
pocas cosas tenían importancia como para ser despertado. Sin preocuparse por
las prisas que manifestaba su compañero, bostezo, se coloco bien en la silla,
puso su pelo tras las orejas y volvió a mirarle, esta vez con ambos ojos
abiertos fingiendo interés.
-Gracias
por despertarme Bernin.- Contestó sarcásticamente. Dirigió su cabeza hacia el
techo, concentrándose con los ojos cerrados nuevamente, y luego volvió la
mirada hacia Bernin.- Te recuerdo que hoy era el día en que iban a buscarle. Volvió,
pero acaban de partir hacia allí otra vez.
La
expresión de su rostro se volvió pálida, pese a lo grande que era había cosas
que le horrorizaban y en especial cuando se trataba de algo en lo que estuviera
involucrada ella. Sacudió la cabeza para intentar quitarse la preocupación,
como si un movimiento pudiera hacer que sus ideas salieran disparadas.
-Es
verdad...que hoy van a buscar a ese desgraciado. -El hombre enorme se rascó la
cabeza, su mano era inmensa al igual que el resto de su cuerpo, y se giró
dándole la espalda. - Cuando vuelvan avísame, Slean.
Recibió
un asentimiento a modo de respuesta y su compañero volvió a recostarse cerrando
los ojos, quería volver a dormir cuanto antes. Bernin se paró en la puerta,
apoyando la mano en el marco y finalmente volvió a dirigir su mirada hacia
Slean.
-Francamente
no entiendo por qué tenemos que hacer esto. No necesitamos a alguien como él.
Sinceramente, espero que no logren que se nos una..- El chico en la silla
volvió a incorporarse lentamente y le dirigió una mirada muy seria ante aquella
afirmación. - Lo mejor que ha podido hacer ese hombre en toda su vida fue irse
para siempre.
Hunter
corrió a toda velocidad, por el laberinto de piedra al que llamaba su hogar,
prácticamente a ciegas, guiado exclusivamente con sus instintos, hasta que
llego a su “sala del trono”. La habitación estaba vacía, no había ninguno de
sus guardias. Frente a él estaba la escalera donde se alzaba su poltrona. Sus
ojos se abrieron de par en par inevitablemente cuando vio a un muchacho
sonriendo de oreja a oreja, sentado en su sitio, con los pies apoyados sobre un
montón de hombres inconscientes. Ambos se intercambiaron miradas, de maneras
muy diferentes.
El
cazador desenvaino sus dos espadas deprisa, cogiendo con cada mano la que se
encontraba en el lado opuesto, eran bastante viejas pero el filo se mantenía
brillante como el primer día. Dio un silbido y su perro se puso a la defensiva.
Mientras tanto el invasor le miraba con esa sonrisa, derrochando alegría, a fin
de cuentas llevaba quince años esperando ese momento. Sin embargo a Hunter esa
situación no le parecía para nada alegre.
-¿Se
puede saber porque tienes esa cara de gilipollas?- Preguntó mientras apretaba
sus dientes y dejaba escapar un gruñido para manifestar más su enfado.
Su
supuesto rival sonrió aun más al escuchar la pregunta, todo estaba ocurriendo
tal y como esperaba que ocurriera, y se puso de pie, pisando los cuerpos
inconscientes de los hombres.
-Veras,
yo antes era muy serio, cuando era pequeño, hasta que conocí a un amigo de
verdad que entre otras cosas me enseño a sonreír. Me dijeron que murió hace
quince años, pero desde yo no me lo creo y desde entonces sigo buscándole con
la sonrisa que me enseño a poner.- Contestó cada vez aparentando una mayor
felicidad.- Creo que tú eres Hunter ¿no? Bueno, yo también me cambie el nombre
así que no te culpo. Ahora todos me llaman Espido, encantando.
Ambos
se miraban sin saber que podían esperar del otro. Los ojos se clavaban en los
del otro con tanta fuerza que parecía que ya habían empezado una pelea, sin
embargo la fuerza del intruso no era del mismo tipo, no tenía esa rabia. Hunter
escupió en el suelo como muestra de desprecio sin dejar de mirar a su “invitado”.
No sabía quién era aquella persona, se había obligado a olvidar toda su vida
anterior y se le dio bastante bien. Sin embargo no iba a manifestar esa
debilidad a nadie y mucho menos a aquel hombre. Pasó su muñeca por la boca para
limpiar los restos de saliva y continuó enseñando los dientes. Ambos, animal y
humano, estaban manteniendo el mismo comportamiento salvaje, marcando su
territorio.
-Nadie
te ha preguntado tu nombre.- Contestó por fin el cazador intentando no mostrar
todas las vueltas que estaba dando su mente.- Y si buscas a tu amigo desde hace
tanto... ¿Qué haces aquí?
-Veras.-
La sonrisa de Espido se extendió aun mas.- Quiero que te unas al clan al que
pertenezco. Te pareces mucho a ese amigo.
El
cazador se quedo un momento en silencio analizando las palabras del otro hombre
con una expresión seria. Después no se contuvo, aquellas palabras habían
conseguido mellar su defensa, y soltó una carcajada que retumbó por las paredes
de la sala. Sus ojos volvieron a fijarse seriamente en los de Espido y las
risas se acabaron en seco.
-Yo
soy el dueño de mi clan, no tengo razones para unirme al tuyo.
-Que
nosotros buscamos evitar el caos del mundo. ¿Qué quieres hacer? Vivir o
sobrevivir.- Contestó mientras Hunter le miraba pensando lo estúpido que era su
invitado.
Los
brazos del cazador se abrieron de par en par, señalaron a todo su alrededor con
orgullo, al volver a cerrarlos raspó los filos de las espadas con sus hombreras
metálicas. Se encogió de hombros.
-
Mira todo lo que tengo, crees que esto es sobrevivir. Tengo todo lo que podría
desear.- El invitado miró en todas direcciones para contemplar mejor la cueva y
suspiró con pesadez.
-Sí,
tienes muchas cosas. Pero...no tienes a nadie que te aprecie. Solo un puñado de
interesados- El cazador se puso mucho más serio al escuchar y movió la espada
derecha con fuerza, como si quisiera cortar el aire.
-
Gente que perdió a un amigo hace quince años no creo que puedan manifestar
mucho aprecio.- Apuntó con la espada hacia Espido y le observo, en su mente ya
veía como le destrozaba, aunque aún no se habían movido ya sentía la sangre
brotando.- Ahora basta de tonterías. Has invadido mi casa y nadie se va de
rositas después de eso.
En
menos de dos segundos Espido estaba frente al cazador lanzando una estocada,
con una espada azul, a gran velocidad. Nadie normal habría sido capaz siquiera
de ver el movimiento que había realizado, la velocidad con la que había
realizado aquellos movimientos era muy superior a la humana, sin embargo Hunter
pudo esquivarle de milagro, inclinando su cuerpo hacia atrás todo lo que pudo.
La hoja todavía estaba a unos centímetros de su rostro y podía sentirla como si
se estuviera clavando en él. Desde esa posición intentó contraatacar dirigiendo
su espada hacia las piernas inútilmente, fue esquivado con un salto que culminó
con su rival de pie sobre la espada impidiendo, el peso hizo que se
desequilibrara y la espada quedó fija en el suelo, inmóvil. Sin una pausa, su
otra mano movió a la otra espada apuntando hacia la cabeza de Espido. Fue
esquivado de nuevo, esta vez con voltereta hacia atrás con culminación
perfecta, colocándose otra vez en posición de ataque.
El
cazador se levantó y chocó ambos filos entre sí en gesto de amenaza mientras
avanzaba para estar cuerpo a cuerpo con su enemigo. Ambos se lanzaron al ataque
una vez más, pero la agilidad del intruso era sobrehumana y parecía que cada
vez era más superior. Empezó a lanzar estocadas con la espada combinándolas con
patadas y puñetazos con su mano libre. Por desgracia para este, los ojos del cazador
estaban mucho más desarrollados de lo que esperaba y conseguía esquivar todos
sus golpes, aun así le impedía realizar cualquier movimiento, si Hunter
intentaba atacar tendría que dejar la defensa y eso le produciría muchos
problemas. En un momento, Espido tuvo un descuido al intentar dar una patada doble
a su rival, saltando con ambas piernas estiradas. Su adversario se agachó,
evitando el golpe, y a continuación alzó ambas espadas en vertical dispuesto a
atravesarle la espalda y terminar con todo en un segundo. En el último segundo,
el hombre que estaba en el aire hizo un giro de tirabuzón y hacia la derecha,
esquivando así el golpe y evitando una muerte más que segura.